Francia, en alerta roja, se comenzó a atrincherar este viernes, en víspera de nuevas protestas de los «chalecos amarillos» que se teme degeneren en enfrentamientos, un escenario que el gobierno espera evitar con casi 90 mil policías en las calles.
Museos cerrados, espectáculos anulados, partidos de fútbol aplazados… En todo el país se han tomado medidas excepcionales para evitar las impactantes escenas de violencia que dieron la vuelta al mundo la semana pasada.
Además, por primera vez en más de una década, se desplegarán vehículos blindados de la gendarmería en París, donde los comerciantes, escaldados por los destrozos y saqueos de hace una semana, se han parapetado. La unidad de élite de la gendarmería, los GIGN, están también en alerta.
«Todo indica que elementos radicales, facciosos, volverán a intentar movilizarse», afirmó el ministro del Interior Christophe Castaner, justificando un dispositivo de seguridad «a gran escala».
«Estas últimas tres semanas ha nacido un monstruo que se ha escapado de las manos de sus progenitores», dijo en referencia al movimiento de los «chalecos amarillos».
Las protestas comenzaron el 17 de noviembre en oposición al aumento de los impuestos a los combustibles, pero desde entonces se han convertido en un amplio movimiento contra la política económica y social del presidente Emmanuel Macron.
El gobierno, acorralado por las calles, anuló el impuesto a los carburantes y congeló los precios de la luz y del gas durante el invierno.
Sin embargo, para los «chalecos amarillos», que han ampliado sus reivindicaciones, estas concesiones son insuficientes. Cuentan además con el apoyo de la mayoría de los franceses (68%, según el último sondeo).
Muchos de los «chalecos amarillos», llamados así por las prendas fluorescentes de seguridad que llevan puestas, se manifiestan sin violencia pero algunos se han radicalizado. Miembros de grupos de extrema derecha y extrema izquierda aprovechan las protestas para enfrentarse a la policía, a veces de forma brutal.
Algunos miembros del colectivo hicieron un llamado a no ir a manifestar en París para evitar que hayan muertos. Hasta ahora no se han registrado víctimas directas, pero cuatro personas han perdido la vida en accidentes relacionados con las protestas.
El fiscal de París, Rémy Heitz, anunció haber tomado medidas para que la policía pueda arrestar a personas que intenten sembrar el caos antes de que vayan a las manifestaciones.
Los hospitales de París también comenzaron sus servicios de emergencia en previsión a un aumento de la actividad el fin de semana.
En algunas regiones las autoridades prohibieron las manifestaciones o la venta y transporte de gasolina, los artificios pirotécnicos y productos inflamables o químicos, para evitar que los manifestantes prendan fuego a las barricadas, como sucedió la semana pasada.
El viernes, las autoridades se incautaron de unos 30 cócteles Molotov y bombas caseras en una rotonda ocupada por «chalecos amarillos» en Montauban, en el suroeste del país.
Entre tanto Macron, con un índice de popularidad por los suelos, guarda silencio. «No quiere echar leña al fuego», antes de las manifestaciones del sábado, dijo a la agencia AFP el presidente de la Asamblea Nacional, Richard Ferrand. Hablará a inicios de la próxima semana.
Una delegación de los llamados «chalecos amarillos libres», un ala moderada del movimiento, se reunió el viernes por la noche con el primer ministro francés, Edouard Philippe, quien dijo ser «consciente de la gravedad de la situación».
«El primer ministro nos escuchó y prometió comunicar nuestras reivindicaciones al presidente. Ahora esperamos al señor Macron», reportó tras el encuentro Christophe Chalençon, un portavoz de este movimiento desestructurado y sin líder.
La Torre Eiffel y decenas de tiendas de los Campos Elíseos, así como los grandes almacenes Lafayette y Printemps, cerrarán por precaución el sábado, al igual que los principales museos de la capital, incluido el Louvre.
Los comerciantes colocan planchas de madera en las puertas de entrada y vacían las vitrinas. «No podemos correr el riesgo» de que nos roben, comentaba el responsable de una tienda de motos cercana al Arco del Triunfo mientras evacuaba los vehículos en camiones.