Un grupo de voluntarios franceses emergieron de una cueva después de pasar 40 días sometidos a un estudio que exploraba los límites de la adaptabilidad humana en condiciones de aislamiento.
Los 15 participantes vivieron en la cueva Lombrives en el suroccidente de Francia sin teléfonos, relojes o luz solar.
Durmieron en carpas, generaron su propia electricidad y no tuvieron contacto alguno con el mundo exterior.
El objetivo del proyecto era poner a prueba cómo responden las personas cuando pierden el sentido del tiempo y el espacio.
El llamado experimento del Tiempo Profundo culminó el sábado, con la salida de la cueva de ocho hombres y siete mujeres, de edades entre 27 y 50, que habían tomado parte.
Los científicos que supervisan el proyecto entraron a la cueva un día antes para decirles que el experimento estaba por terminar.
Sonrientes, pero luciendo confundidos, el grupo abandonó el aislamiento voluntario en medio de aplausos. Portaban gafas oscuras para permitir que sus ojos se ajustaran a la luz del sol.
El director del proyecto, el explorador francosuizo Christian Clot, dijo que el tiempo parecía pasar más lentamente en la cueva.
Una voluntaria, Marina Lançon, de 33 años, explicó que el experimento «era como pulsar el botón de pausa» de la vida.
Durante el aislamiento, el grupo tuvo que organizar tareas sin tener la medida del tiempo para imponer plazos.
En lugar de eso, tuvieron que depender en sus relojes biológicos y ciclos de sueño para estructurar sus días.
En la cueva, tuvieron pocas comodidades modernas a su disposición. Por ejemplo, los voluntarios tuvieron que producir su propia electricidad con un generador de pedal y sacar agua de un pozo a 45 metros de profundidad.





