Un nuevo estudio sugiere que los anticuerpos producidos tras la infección de COVID-19 prevalecen menos tiempo del que se creía, ya que estos se desarrollan a gran velocidad entre los días siete y 14 de la enfermedad y comienzan a disminuir durante la fase de convalecencia temprana en un 75%, por lo que los expertos aseguraron que el paciente podría perder la inmunidad durante los dos o tres meses posteriores a la infección.
Investigadores de la Universidad de California en San Diego analizaron, mediante estudios en in silicio, la respuesta inmunitaria de pacientes del nuevo coronavirus, o también conocida como «seroconversión». Este método consiste, principalmente, en los experimentos o análisis que se realizan por ordenador mediante algoritmos de predicción computacional.
Los resultados, publicados en «Plos one», sugirieron que las personas recuperadas del COVID-19 produjeron inmunoglobulina tipo M Y G, IgM y IgG respectivamente. Estos son dos clases de los cinco tipos de anticuerpos desarrollados por el organismo humano, presentes en los fluidos internos del cuerpo como la sangre.
La IgM es el primer anticuerpo que fabrica el cuerpo y está presente en el 6% de la sangre, mientras que IgG es la más común de las sustancias segregadas, que brinda protección contra las infecciones y que tardan cierto tiempo en generarse, después de una infección o vacunación.
El estudio, liderado por las científicas Andrea Castro y Kivilcim Ozturk, reveló que la seroconversión de grupos sintomáticos contó con niveles más altos de IgG -el tipo de inmunoglobulina que se desarrolló en mayor cantidad-, en comparación de aquellas personas que atravesaron la enfermedad asintomáticamente en la fase de convalecencia temprana, para luego ralentizar en un 75% su producción durante los tres meses siguientes a la enfermedad.
«Esto sugiere que la respuesta sistémica de anticuerpos que sigue a la infección natural con SARS-CoV-2 es de corta duración, con la posibilidad de que no haya inmunidad residual después de 6-12 meses, afectando principalmente a los anticuerpos neutralizantes en plasma», expusieron las autoras principales del trabajo.
Además, revelaron que en el caso de los pacientes con COVID-19 grave, las personas desarrollaron células B de tipo innato o también conocidos como glóbulos blancos, lo que quiere decir que pese a que se encargan de proteger al organismo de las infecciones, lo hacen de manera inespecífica por lo que no confieren inmunidad a largo plazo: «Lo que afecta la producción de memoria de larga duración o células B de alta afinidad».
La clave para definir la duración de los anticuerpos
Para conocer estos efectos, los anticuerpos neutralizantes (NAb) del SARS-CoV-2 fueron claves, ya que estos agentes funcionan como un mecanismo de defensa contra la infección y la transmisión. «Los NAb generados por pacientes convalecientes han sido extremadamente útiles para definir la especificidad de la respuesta de anticuerpos en individuos con Covid-19», aseguraron.
Las investigadoras expresaron que los NAbs neutralizan el SARS-CoV-2 mediante reactividad cruzada, alejándose del dominio de unión al receptor (RBD) de la proteína de pico, que es aquella encargada de acceder al cuerpo a través de células humanas específicas e infectar a la personas con COVID-19.
Otro de los descubrimientos destacados por las especialistas fue la importancia de las células T, pues la respuesta de los anticuerpos contra el SARS-CoV-2 dependen de este tipo de células, que en la actualidad, se les ha acuñado la descripción de «asesinas», ya que cuentan con la capacidad de destruir al virus.
«Se ha encontrado que las respuestas de células T con pico específicas de pico se correlacionan con la magnitud de la respuesta de IgG anti-RBD, mientras que las respuestas de células T CD4 sin pico no lo hacen. (…) Sin embargo, sorprendentemente, estas respuestas de las células T CD4 son en gran parte reactivas cruzadas y se originan en infecciones previas por coronavirus», ahondaron.
En este contexto, Castro y Ozturk, junto con su equipo de investigación esperan profundizar en el estudio de anticuerpos generados por COVID-19, ya que sólo conociendo la duración de la inmunidad podrán controlarse las reinfecciones y por ende, la propagación del virus.