Agencias.- En la inmensidad de África, Benín es un leve zarpazo en mitad del mapa. Una llanura apenas más extensa que Castilla y León y rodeada de gigantes como Nigeria. Un país pobre, como casi todos, y donde la vida de sus habitantes está tan en el filo como sus esperanzas. Hasta allí se fueron Luis Tosar y Anna Castillo para rodar una de las tres historias que dan forma a «Adú» , un descorazonador drama sobre la inmigración en el que, sin embargo, casi todo rebosa esperanza.
Quien pone luz a tanto dolor no es la familia de bien española que va allí a proteger elefantes y a curar a la niña de la adicción a la droga.
Quien hace que haya algo de ilusión en el infierno es precisamente quien más dolor encarna, el pequeño Adú, un niño víctima de casi todo lo peor del ser humano que pone rumbo a Europa sin saber siquiera qué es Europa.
Adú y los personajes de Luis Tosar y Anna Castillo componen dos de los tres trípticos que conforman este retablo de caminos cruzados entre el agujero de la pobreza y el sueño europeo. El tercero es un equipo de la Guardia Civil en Melilla que hace de muro ante la llegada de inmigrantes desde el monte Gurugú de Marruecos. Entre todos ellos, la cámara de Salvador Calvo, que hila sus historias como una trenza.