«Las drogas mezcladas potencian el daño para todos los órganos del cuerpo como es el caso del hígado, las afectaciones psicológicas, neuronales y del aparato circulatorio”, expuso la directora general de Centros de Integración Juvenil, Carmen Fernández Cáceres.
Alertó que el consumo de drogas como mariguana, anfetaminas y cocaína aumenta cada vez más entre adolescentes y jóvenes universitarios, incluso por encima del tabaco y el alcohol.
Destacó que el problema se agrava aún más porque tanto las bebidas espirituosas como las inhaladas o inyectadas, en su gran mayoría están adulteradas.
En el marco de su participación del séptimo Simposio de la Red de Instituciones Educativas contra las Adicciones de la Ciudad de México, con el tema “La prevención de las adicciones en las comunidades estudiantiles”, Fernández Cáceres aseguró que el sector salud atiende casos de personas que fuman mariguana o que consumen crack con sangrado pulmonar.
“Estamos en un panorama de una sobre oferta de placer, de felicidad y de magia donde muchas sustancias están interactuando y ponen en riesgo el sano desarrollo físico y mental; así como su vida productiva de los jóvenes hasta llevarlos al suicidio”, explicó.
El reto, continuó, es hacer programas efectivos de reducción de daño, más allá de los programas que ya existen, es decir, comunicarles a los jóvenes, a sus padres y a los maestros que las sustancias mezcladas son un gravísimo problema, porque dañan más que cuando son puras.
Sostuvo que los programas reales de reducción de daño son los que hacen conciencia de que no se debe mezclar el consumo del alcohol con ninguna otra droga, porque interactúan muchas sustancias que no procesa el hígado y que alteran la capacidad mental.
Ejemplificó que el cuerpo sintetiza una copa por hora y hay ocasiones que se toman hasta 10 en una hora “y luego se meten una segunda droga que puede ser o mariguana, alguna tacha, cocaína o crack, que es peor, por lo que en una sola noche el consumidor interactúa hasta con nueve sustancias”.
La experta dijo que ante esa situación, uno de los efectos del consumo son actos de promiscuidad sin protección, lo que pone en riesgo la salud en general de los jóvenes en tiempos muy breves.
“Vemos jóvenes muy deteriorados y a los 30 años ya están envejecidos o a los 25 con episodios de psicosis. Quieren probar de todo. Por eso es un gran reto para la prevención, porque al joven le venden diversión con tanta droga y no es así”, añadió.