El 6 de agosto de 1896, México pudo contemplar por primera vez las imágenes en movimiento en el cinematógrafo de los hermanos Auguste y Louise Lumière. Han pasado 123 años desde ese momento y hoy el cine es una compilación de luces, emociones, sonidos y hasta movimientos que distan mucho de las imágenes amarillentas y la labor informativa para la que nació este medio de comunicación.
El arranque de las proyecciones en el país ocurrió apenas ocho meses después de su debut mundial, pues la primera función fue presentada en París, Francia, el 28 de diciembre de 1895.
Pensar en el cine mexicano trae a nuestra mente apellidos como Soler, Infante, Del Río, Félix, hasta Del Toro, Iñárritu y Cuarón, pero nadie piensa en Porfirio Díaz.
“Porfirio Díaz fue la primera estrella del cine mexicano”, menciona Ramón Ramírez, director de Relaciones Públicas de Cinépolis en entrevista con El Sol de México.
La relación que sostenía y la admiración que profesaba Porfirio Díaz por la cultura francesa hizo que el cinematógrafo llegara a través de Europa y no de Estados Unidos. Para el entonces presidente, la tecnología de punta proveniente de Francia era sinónimo de desarrollo y el cine no iba a ser la excepción.
“El cinematógrafo tiene desde finales del siglo XIX y la proyección de los fotogramas duró más de 100 años, porque fue hasta hace siete u ocho años que inició formalmente la digitalización en el mundo y que cambió de tener la proyección de 24 cuadros por segundo, pero se mantuvo vigente la proyección a través de celuloide, aunque cambió el material porque antes era muy flamable”, añade.
Es precisamente el material flamable uno de los momentos cumbre de Bastardos Sin Gloria, donde Quentin Tarantino nos regala un guiño a la historia del celuloide.
La conspiración para acabar con el Tercer Reich, que es la línea argumental de la película, da un giro cuando Shoshana, una judía perseguida, decide quemar todas las películas para acabar con la cúpula política nazi.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los discursos de Adolf Hitler eran retransmitidos a través de las grandes pantallas. En aquel momento, el fin del cine era propagandístico y jugó un papel fundamental para la diseminación del mensaje Nacionalsocialista del fürer, quien se apoyó en Joseph Goebbels, su ministro de propaganda para llevar su mensaje al fin del mundo.
“La gente se acercaba al cine pera ver noticias. Esa era la forma en la que la gente se enteraba en carpas o en los primeros cines que hubo en el mundo. Ya después empezó el cine de ficción”, señala Ramón Ramírez.
Otra película que entreteje la historia del séptimo arte es Cinema Paradiso, dirigida por Giussepe Tornatore, donde además de hablar de la flamabilidad y el peligro que representaban las cintas de antaño, el director narra cómo los sacerdotes de los pequeños pueblos censuraban las partes que consideraban “inmorales” para la gente.
“Hay una película que se llama El Cometa, dirigida por Marisa Sistach, que habla de la historia de la exhibición del cine en México en las carpas de circo”, menciona el directivo de Cinépolis.